Breve semblanza de la lucha de clases en el Perú durante la Pandemia*

  Por: J. Miguel Vargas Rosas  

*El siguiente texto fue escrito durante las últimas semanas de cuarentena. Pero, la situación de las clases sociales no ha cambiado en ese lapso.  

    Las crisis tienden a develar secretos guardados o verdades ocultas. La pandemia de la COVID-19 precisamente ha desenmascarado el verdadero rostro de las potencias imperialistas. Es decir, el deseo vehemente de afianzar o expandir su dominación sobre los países del tercer mundo. Durante este año de cuarentenas, mentiras, dichos y pocos hechos, se ha podido apreciar la gran guerra desatada entre las farmacéuticas, el poco espíritu humano de los capitalistas al incrementar indolentemente el precio de las medicinas, usurpando riquezas a costa de la salud del ciudadano de a pie bajo la perorata del “justo derecho” que les proporciona el juego de “libre mercado”. 

En el Perú, la crisis política se ha agravado y por ende nos ha conducido a agravar la crisis económica. Con un 70 a 80% de su población que vive del trabajo informal en las ciudades, el Estado no pudo dar una salida correcta a la pandemia ni al incremento de la pobreza. Se ha despedido a un promedio de 8 millones de trabajadores de las empresas activas en el país y se nos ha develado un secreto a voces: seguimos siendo una semicolonia del imperialismo norteamericano. Para afianzar el poderío de esta potencia económica, el gobierno peruano – ojo, desde mucho antes de iniciarse la pandemia – hasta el estado álgido de la pandemia, ha incrementado su deuda externa en S/. 105.000 millones de soles. El mayor porcentaje de ese endeudamiento ha sido destinado como apoyo a las grandes empresas, las mismas que aplicaron “la suspensión perfecta de labores”. Asimismo, el gobierno de turno decidió descartar la vacuna de Rusia y esperar la norteamericana para auxiliar a la población, sin tener en cuenta que la primera daba resultados positivos y la segunda al cabo de un tiempo ha mostrado efectos secundarios fatales. Muy enlazado a esta dependencia económica, nos topamos con un país mercantilista. Es decir, un país cuya población sobrevive en las urbes gracias a actividades económicas incipientes del capitalismo y al definir de esta manera a la urbanidad peruana, coincidimos con la definición sobre el Perú realizada por Hernando de Soto en su libro “El Otro Sendero” de 1987, aunque diferimos sustancial y radicalmente en cuanto a las características y las causas por las cuales consideramos al país estancado en el sistema mercantilista, ya que la población mercantil-informal de las urbes se encuentra marginada y pisoteada por la gran burguesía peruana, intermediaria y negociante directa del imperialismo norteamericano. Esta gran burguesía, lejos de darle solución a la problemática del campesinado, hunde a este en el desamparo total y violenta la soberanía nacional, mientras forja y sostiene una fuerte burocratización en el Estado. Todo lo narrado anteriormente y lo expuesto más adelante, nos lleva a la innegable conclusión de la subsistencia del Capitalismo Burocrático en el país, cuya herramienta principal para aferrarse a la vida política nacional es el sistema neoliberal.  Por otro lado, asistimos a una nueva disminución del valor nominal y real del salario de los trabajadores de las mineras como el de los trabajadores que lograron conservar sus empleos, porque el salario ha disminuido en S/.180 nuevos soles y el costo de los productos para la subsistencia de los trabajadores ha experimentado incrementos considerables. 

Mientras a nivel mundial los capitalistas viraban del modelo Hayekiano hacia el Keynesiano, en el Perú los costos de servicios básicos se incrementaron desmesuradamente, debido a la subsistencia de especies de monopolios creados a causa de que la mayoría de las empresas pertenecen a una sola,  como lo es IC Power  del Israelí Edan Ofer, encargada de las subempresas proveedoras de electricidad de casi todo Lima (capital peruana), por lo que osó aumentar en un 500% el costo en los meses de junio y julio a la población más vulnerable (Villa el Salvador, Comas, San Juan de Miraflores, San Juan de Lurigancho). En otras palabras, en el Perú el neoliberalismo despuntó y condujo a la crisis. Esto no significa que el keynesianismo fuera aplicado en favor de la población en las superpotencias, tal como lo hiciera Keynes para intentar salvar a la población del desempleo y con ello al capitalismo; por el contrario, los más beneficiados con la intervención del gobierno en cuestiones económicas fueron los grandes capitalistas.

Toda esta realidad nos lleva a una de las leyes descubiertas por el análisis de Karl Marx, cuando señalaba la concentración de las riquezas en el capitalismo, pues sin duda la pandemia ha conducido a la quiebra a algunos empresarios, ha afectado horriblemente a la mediana empresa (pequeña burguesía nacional) y ha enriquecido más a menos capitalistas, siendo los más beneficiados los involucrados en el capital financiero, porque los bancos han seguido percibiendo ingentes ganancias como si nada le ocurriese a la población. Es más, debido a los intereses usureros establecidos, la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) acordó pagar 5 000 000.00 de soles como garantía para que las entidades financieras congelaran temporalmente la deuda a sus prestatarios, quienes al congelar se verán con todos los intereses acumulados después de la cuarentena y la devolución de dicha garantía, haciendo uso de la vieja táctica del olvido, no se efectuará, por lo que la “Nación” perderá el doble. Otro de los grandes beneficiarios en este viacrucis del pueblo han sido las empresas dedicadas a la industria farmacéutica, quienes excusándose en la ley de la oferta y la demanda no solo han duplicado, sino hasta cuadruplicaron los precios de medicinas y de los tratamientos en las clínicas privadas. También debemos dar la razón al viejo Marx cuando enfatiza que “la riqueza de las naciones lleva consigo la pobreza del pueblo”, porque dos mundos subsisten en uno solo, dos mundos que chocan irreversiblemente y cuyos intereses son inversamente proporcionales. A más enriquecimiento de un grupo porcentualmente menor de burgueses, mayor pobreza le corresponde a la mayoría social y solo se conceptúa como “riqueza de las naciones” al aumento de riqueza de dichos burgueses.

Sector Minero: Las mineras siguieron su extracción o producción en un 100%, a diferencia del país hermano de Chile, cuya actividad minera se redujo en un 50%. Asimismo, aprovechándose del estancamiento económico las empresas mineras enloquecieron por dotarle de mayor valor a sus mercancías; por lo cual crearon mayor producción de plusvalía absoluta, incrementando las horas de trabajo de los obreros, a quienes cambiaron el sistema de 28 días laborales, 14 días de descanso y 7 de cuarentana, por 42 días laborales y solo 7 días de descanso en algunas ciudades, mientras que en otras intentaron hacerlo pero debieron enfrentarse a las protestas de los trabajadores, quienes también denunciaron la poca seguridad con la que acudían a los socavones y su manera de traslación impuesta por sus contratistas. Esto causó a nivel nacional una cantidad mayor a 900 obreros contagiados por la COVID-19. 

Sector Agro:   Por su lado, frente a todo este pandemónium, la población agrícola tuvo que aislarse y autoabastecerse al verse abandonada por el gobierno central, enfrentándose a la precariedad de los medios de producción con la cual labran la tierra y a la subsistencia de características de un sistema semifeudal, reflejado entre tantos otros síntomas en  la escasez de agua para el regadío, por ejemplo (Cusco) o la reducción del área de campo, posesionadas por las grandes empresas como Gloria.

    Los compradores intermediarios al ver que podían transportar cierta cantidad de mercancía desde el campo, decidieron comprar a precio rebajado los productos de los campesinos (por ejemplo de 7 a 11 centavos el Kilo de papá) y revenderlo en las ciudades, mientras que la gran burguesía compradora seguía  importando de las potencias, productos que el Perú profundo produce de forma natural, dejando en claro así su intención de fijar con más fuerza nuestro carácter de semicolonia. La crisis en el campo motivó a un paro agrario en las serranías huanuqueñas, pues los campesinos se sentían mecidos por las autoridades regionales, quienes tornaron a comprometerse a comprarles sus productos. Con esta crisis política-económica el Perú se perfilaba a ser la imagen de la moral decadente del neoliberalismo y de sus defensores, así como el reflejo de una economía neoliberal cuya naturaleza tiende siempre a las crisis y por ende a la desesperación de las masas por un lado, mientras por el otro conduce al suicidio o al colapso a algunos empresarios.

    Como parte de la descripción de esta crisis, añadiremos la inefable situación de las comunidades nativas peruanas, las cuales estuvieron condenadas a ver morir a cada integrante de su tribu, sin médicos ni medicinas. 


Sector Salud: Hasta junio del 2020 se perdió a un promedio de 125 médicos de tres mil galenos contagiados, según los reportes informativos. Los hospitales colapsaron y se agotaron los balones de oxígeno. Personal médico tomó el frontis de las instituciones donde laboraban para exigir implementos básicos de seguridad, sin ser escuchados. Esto daba a entender a la población la miseria en que estaban sumergidas las instituciones estatales desde 1992 – año en que se impuso el neoliberalismo – y a quienes obligaban a competir con el sector privado, el cual tenía todas las de ganar. El diario El Peruano se vio en la obligación de informar que del total del PBI, el Estado sólo destinaba y destina el 3% para el sector salud, siendo una de las más bajas si lo comparamos con otros países latinoamericanos y queda mucho más pequeño aún si buscamos semejanzas con Estados Unidos o Cuba, cuyo porcentaje asciende al 8 o 10%. 

Sector Educación: Algo similar ocurrió con el sector educación, cuyo presupuesto hasta el 2020 no pasa del 3% del PBI peruano. A este problema le sumamos el largo proceso de privatización de las escuelas reimpulsado con mayor ahínco por el gobierno del vacado Pedro Pablo Kuczynski (PPK), quien concedió a varias empresas privadas la mitad de la propiedad de algunos colegios públicos de menores, a la par que privatizaba por completo otras tantas instituciones educativas. Por eso, hasta antes de la cuarentena se incitaba a tomar como prioridad a la educación privada y como ya lo mencionamos, el Estado fortalecía su política de privatización mediante el DS 214-2019 y la RM 326-2020 emitida por el Ministerio Nacional de Educación (MINEDU) (política que siguió durante la Pandemia e impulsó a la toma de las calles por miles de profesores,  pues en dichos decretos se especifica la promoción y defensa de la inversión del capital privado no solo en el sector educación, sino también en las instituciones públicas en general), pero bajo un discurso ambiguo el sucesor de PPK dio la facilidad de que los estudiantes del sector privado pudieran pasarse a colegios estatales durante la cuarentena. Al poco tiempo, la deserción escolar fue incrementándose, pues la mayoría de los hijos del pueblo no contaban con internet, portátiles ni celulares. Se registraron aproximadamente 6 millones de menores de edad –algunos diarios gubernamentales afirman que la cifra asciende solamente a 140 000 menores – en estado de deserción de los estudios por no contar con herramientas básicas para continuar las clases en modo virtual. El gobierno no podía de un momento a otro solucionar ese problema con la rapidez que demandaba el contexto, debido a su política de priorización del bienestar de las corporaciones extranjeras y la estabilidad de los negocios de la gran burguesía. Pese al compromiso de Vizcarra de crear más escuelas con mayor implementación, estas no llegaron, lo cual sumado a la mentira de que “el gobierno se encontraba en condiciones de hacer frente a la pandemia”, su nivel de credibilidad sufrió una baja rotunda entre quienes contemplaban algunas chispas de carisma y sinceridad en él. Junto a toda esta desgracia educativa, se ocultaba la cifra de más de 250 educadores fallecidos sin una buena atención médica, u obligados a trabajar en los primeros meses de forma presencial en reuniones, documentaciones y más trabajos burocráticos. 

Precisamente esta crisis económica ha sido creada por una crisis política que ha ido agravándose con el paso del tiempo. Esa gravedad se profundizó con la vacancia del ex presidente Pedro Pablo Kuczisnky (PPK), quien fuera sentenciado ya en 1968 por traición a la patria, durante el gobierno de Velasco Alvarado y mostrado en las últimas elecciones presidenciales como el rostro “nuevo” de la política, la “esperanza” de la gran burguesía y el “mal menor” de los pequeño burgueses. Fue con este que se inició el enfrentamiento despiadado entre el legislativo y el ejecutivo, ambos representando a intereses de grupos divergentes de la gran burguesía peruana, quienes agrandaron la deuda externa. El pueblo, su presión, las tomas de las calles, hicieron que PPK terminara renunciando (vacado por las protestas) tras haber indultado al exdictador y genocida Alberto Fujimori. En este trance, el gobierno cambió de rostro, pero la política seguía siendo la misma: entreguismo. Actos de corrupción e inmoralidad perpetuaban en el congreso una imagen horripilante, mientras el pueblo peruano se hundía en la más grande miseria. Con Vizcarra se reprimió a los campesinos opositores a la invasión de la minera Las bambas, ocasionando heridos entre los habitantes de la zona que se veían amenazados por la minería; la deuda externa incrementaba y las discrepancias entre el legislativo y el ejecutivo se atizaban más, a tal extremo de que se convocó a nuevas elecciones congresales. Tras el triunfo relativo del ejecutivo, la política continuó por el mismo rumbo. El congreso, con un claro espíritu apro-fujimorista y siguiendo indicaciones de uno de los bandos de la CONFIEP, retomó sus ataques contra el ejecutivo, el cual fue cayendo en horrores políticos, además de una corrupción ingente en su entorno. 

    Después, a tan solo dos meses de iniciada la cuarentena obligatoria, se aprobó “La suspensión perfecta de labores”, atentando contra la seguridad y el derecho social y salarial de los trabajadores. Las empresas solicitaron subsidios, olvidándose de su tan cacareado “Liberalismo”; la policía y militares, bajo órdenes explícitas del gobierno en su conjunto (ejecutivo-legislativo), reprimieron sin piedad a los trabajadores informales, los cuales no veían llegar un subsidio ni apoyo alguno por parte del MEF, entidad gubernamental que priorizó salvaguardar a las grandes empresas y ejecutar préstamos fiscales para poder sobrellevar la crisis en la cual se hundían, sin establecer medidas de impuestos a las mineras extranjeras, teniendo en cuenta que estas se encuentran exentas de impuestos y solo reglamentadas por paupérrimas “regalías”. 

No cabe duda que la política del Estado era reforzar el crecimiento del capital financiero, dando siempre algo a la gran burguesía compradora -la cual seguía beneficiando al imperialismo norteamericano. A la par creaban más pobreza y necesidad entre las masas populares, con el fin común de conseguir trabajadores a menor costo. Los trabajadores informales y despedidos tuvieron que salir a las calles ya no solo a laborar sin protección necesaria, sino también a protestar por sus vidas y derechos, lo cual lógicamente incrementó la cantidad de contagios. Por otro lado, las miles de familias que subsisten en suburbios o en la extrema pobreza, cantidad poblacional incrementada con 62,000 peruanos más en el 2019 según el censo del IPE, no contaron con agua antes, durante, ni después de la cuarentena. En lugar de planificar soluciones, el ejecutivo liberaba a la cabeza de la mafia fujimorista, la hija del presidiario Fujimori, con lo cual buscaba aliados firmes para contener la amenaza en la que se había convertido el poder legislativo. Pero la amenaza más temeraria venía del grito popular, para quienes tenían preparado a las Fuerzas Armadas y la Policía. Nadie negará la fuerte represión de los últimos gobernantes peruanos para aplacar la muestra de indignación popular.  A esto le sucedió la liberación de otros personajes políticos de derecha e izquierda, envueltos en problemas de corrupción. El legislativo por su parte buscaba armar escándalos – fungiendo ataques directos contra el sucesor de PPK - para no tratar en el pleno sobre la reforma electoral con miras al 2021, pues se veían afectados con algunas medidas de esta.

En medio de  toda la crisis política, el ejecutivo decidió dar pasos contundentes que a las finales resultaron poco o nada provechosos para los peruanos, los cuales poco a poco fueron muriendo debido a la falta de atención médica y balones de oxígeno, hasta colocarse en el primer puesto a nivel mundial con una cifra mayor de 80,000 muertos de aproximadamente 828,000 contagiados. Uno de los primeros pasos “rotundos” del ejecutivo fue llamar a la utilización de las clínicas privadas si estas no rebajaban los altos costos de tratamiento. Fue una oportunidad para los empresarios, quienes tras insultar al Gobierno decidieron rebajar el tratamiento por COVID-19 a una suma que seguía siendo inalcanzable para el 80% de la población peruana (se trataba de S/. 55 mil nuevos soles). El siguiente paso fue dar un bono universal familiar equivalente a S/. 760.00 nuevos soles, cuando la canasta básica equivalía a poco más de S/. 1000.00 nuevos soles y en el transcurso de la pandemia se incrementó a más de S/. 1500.00 nuevos soles.  Pese a esto, las bonificaciones fueron a parar a manos de personas sin necesidades económicas, lo cual demostraba un catastrófico registro poblacional y de la pobreza en el Perú. El bono fue criticado por las masas mismas. Las largas colas en los bancos para cobrar dicho apoyo económico, fueron otro motivo de contagio letal. Nada le parecía ir bien al ejecutivo, por lo cual el congreso redobló la intensidad de su sabotaje: miraban como presa fácil  a la Ministra de Economía quien enriquecía a su familia a través del nepotismo. Un presidente metido en conflictos tan estúpidos que dependía de la versión de un farandulero, también se tornaba en blanco fácil. 

De esta forma, la pandemia iba desenmascarando y desentrañando el verdadero rostro del sistema neoliberal en el Perú. En el pasado quedaban las mentiras o el colapsado discurso de luchar por los sueños, con el cual se incitaba a batallar a los pequeños y medianos empresarios nacionales, con la soga en el cuello, hartos de impuestos, contra las grandes empresas exoneradas de los mismos, gozando de una vasta libertad a la cual podríamos llamar libertinaje. A su vez, se sermoneaba sobre la necesidad de mejorar la calidad en los colegios estatales, cuando estos yacían abandonados a su suerte para hacer creer que el problema era de docentes o directivos, mas no de las políticas gubernamentales, con el fin supremo de pasarlos a privatizar sutilmente.

Finalmente, podemos deducir las clases beligerantes en la sociedad peruana. En un bando, el imperialismo que mueve los hilos económicos, e interviene según su conveniencia en asuntos políticos; la gran burguesía o el capitalismo burocrático que ha decidido asegurarse en las próximas elecciones de Abril del 2021; anexado a este último o incluso como parte de su extensión o diversificación de sus operaciones, se ha ido gestando – como un retroceso a antes de la reforma agraria de Velasco Alvarado - una clase semifeudal, la cual se apodera de inmensas cantidades de hectáreas sobre todo en la Costa y la Selva. En medio, la pequeña burguesía nacional que se bambolea entre un lado y otro, buscando defender una “democracia” volátil. En otro bando, la clase obrera propiamente dicha (con aún escaso porcentaje en la población), sobre todo los trabajadores mineros explotados vilmente, la clase campesina abandonada a su suerte o explotada por la nueva forma del semifeudalismo, a la que algunos llaman incluso “neolatifundio”, las comunidades indígenas sin socorro de las autoridades, los trabajadores informales cuya cifra asciende al 70-80% de la población urbana peruana, a los cuales se les debe considerar como trabajadores explotados también, pues comparten  los mismos intereses y el mismo destino lamentable de los obreros,  y el grupo de parados forzosos que ha aumentado considerablemente. 

Nos queda demostrado la división de la gran burguesía, la cual permanece defendiendo sus intereses de grupo, mientras que el pueblo se unifica al ver violados sus derechos y su soberanía nacional. Esta última diatriba (Soberanía Nacional), inclina a la pequeña burguesía nacional a solidarizarse con los más explotados. En conclusión, las políticas estatales implementadas por el capitalismo burocrático apuntan a seguir manteniendo en la primera fase del mercantilismo a la mayoría social en las urbes, dejando en el atraso al trabajo agrícola y paralelamente ha retomado el sistema feudal, aspirando a devolver a la vieja aristocracia de terratenientes sus antiguas ubicaciones de señores, fortaleciendo el aspecto burocrático y la dependencia al imperialismo. 

Fuentes: 

  • Marx, Karl. El Capital T. I.  Argentina. Ed. Cártago, 1989
  • Tse-Tung, Mao. Obras Escogidas. China. Ed. Pueblo, 1972
  • Keynes, J.M. Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero. México. FCE, 1945.
  • Hayek, Friederich. Camino de servidumbre. España. Unión Editorial, 2008.
  • De Soto, Hernando. El Otro Sendero 7ª Edición. Perú. IDL, 1987.
  • Chomsky, Noam. ¿Quién domina el mundo? España. Ediciones B, 2016.
  • Hidalgo, Rafael. Vizcarra elevó la deuda. Perú. Diario Expreso, 2020.
  • Colegio Médico del Perú. Homenaje a médicos muertos. Perú, 2020.
  • Editorial. La pandemia ha matado a 125 médicos en el Perú. Diario El Comercio, 2020. 
  • De Echave, José (Dir.). Boletín electrónico Actualidad Minera del Perú. Perú.  CooperAción, 2020. 
  • Profesores fallecidos durante la pandemia del Covid-19. Pronunciamiento del SUTEP. Perú, 2020
  • Instituto Peruano de Economía. La pobreza extrema en el Perú aumentó en el 2019. Perú. IPE, 2020. 
  • Ministerio Nacional de Educación. Resolución Ministerial 326-2020
  • Decreto Supremo 214-2019


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